«What I cannot create, I do not understand.»

Esta noche salí a pescar, y parece que ha picado algo… La verdad es que no me apetece comérmelo yo solo, así que lo compartiré con todos vosotros…

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Si le preguntarais a una persona cualquiera cuál es la principal característica que diferencia al ser humano del resto de los animales, os encontrariais con todo tipo de respuestas:

«Lo que diferencia al ser humano de los animales es el ADN.»

«El ser humano es diferente porque es más evolucionado que el resto de los animales.»

«La principal característica del hombre es el lenguaje».

«Ohhhh lo que eleva al hombre por encima del reino animal es el alma y la capacidad de amar (poto arcoirisss puagh)».

Yo no tengo claro hasta qué punto nos diferenciamos de los animales, pero si hay una cualidad que en el ser humano destaca por encima del resto es la capacidad de crear. Día a día creamos nuestra propia realidad basada en nuestra visión del mundo, creada a su vez a partir de nuestras experiencias. Imaginamos vidas paralelas y nos dejamos llevar por nuestros pensamientos cuando nos aburrimos o no sabemos qué hacer. Creamos soluciones si se nos funde la bombilla del salón, si tenemos que inventar una excusa por haber faltado al trabajo o si tenemos que llegar a fin de mes y no sabemos como. Creamos ideas cuando nos tomamos unas cañas y terminamos filosofeando o simplemente contando chistes y diciendo tonterías.

Sin embargo, hay una parte más profunda de la creatividad: el puente entre la imaginación y la realidad. Mucha gente tiene facilidad para caminar a través de ese puente, los niños son un caso particular y ellos pueden pasar muy rápidamente del plano real al imaginativo, otro tipo de personas camina entre estos dos mundos mediante la meditación o las drogas. Por último, hay un tipo de persona que dedica su vida a caminar este camino tantas veces como pueda, trayendo consigo cada vez un regalo a los habitantes de la realidad. Este tipo de persona es comunmente denominada «artista», «mente creativa», etc.

El artista descubrió temprano que la capacidad de crear no es algo trivial y por ello pasa las horas intentando dar vida a las entidades que habitan en su imaginación, ya sean personajes, paisajes, melodías, historias, máquinas o nuevas técnicas. Y a medida que da forma a esas ideas, entiende. Entiende la complejidad de la idea, que sobrepasa al alcance de su propia imaginación y esto mismo se convierte en el motor del proceso creativo. El artista es un pescador que navega en el océano y la imaginación es la caña y el hilo. Por último, la idea es un monstruo y por mucho que el pescador tire del sedal, el monstruo nunca termina de salir del agua, ya que no tiene fin y es este reto imposible lo que motiva al pescador a seguir intentándolo.

Día tras día y noche tras noche el pescador vuelve a intentar cazar a su presa, pero lo único que encuentra son monstruos de infinita longitud que se muerden la cola. Con suerte, vuelve a casa mojado y cansado, con los ojos hinchados y ojeras. Pero con un trofeo. Quizás una aleta, un colmillo, un trozo de escama o un tentáculo que, al verlo de refilón, le recuerda que ha de volver al océano, donde le esperan las mejores presas.

Atentamente, un viejo Lobo de Mar.

PD. La imagen la he hecho yo, Adolfo Aguirrezábal, y está basada en una serie llamada Metalocalypse. La serie es una pasada y recomiendo que la vea todo el mundo aunque seguramente no os guste porque sois unos ÑOÑOS (con cariño).

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